A nivel geopolítico.
La OTAN continuará intentando controlar los recursos estratégicos
aunque con cada vez más contestación por parte de los BRICS. China es la fábrica del mundo y la principal
tenedora de deuda estadounidense. El dólar continuará algunos años siendo la
moneda reserva porque es la única divisa con la que puede comprarse petróleo en
el mercado internacional debido a la fuerza militar de EEUU.
Sin embargo, los BRICS están articulándose cada vez más creando
incluso un banco de inversiones alternativo al BM.
África continuará siendo la principal mina a cielo abierto y
exportadora de productos agrícolas debido al acaparamiento de tierras. Será
también el mayor vertedero de residuos. La influencia de China y el resto de BRICS aumentará sobre
el continente.
Esta situación de extrema explotación de degradación hará que
millones de africanos intenten huir del continente. Los estados europeos
blindarán el Mediterráneo convirtiéndolo en la mayor fosa común donde se
perpetrará unos de los mayores genocidios cometidos por el capitalismo a lo
largo de su historia terrorista.
Por su parte, América Latina es el territorio del cual pueden
emerger mayor número de realidades esperanzadoras. Hay gobiernos tales como el
de Ecuador, Bolivia y Venezuela que son contestatarios al imperialismo y que
han aumentado sensiblemente los índices de bienestar popular. Sin embargo esta
realidad la han construido sobre las mismas lógicas productivistas y
extractivistas a través de una renegociación de contratos con las corporaciones
extranjeras y una inversión pública en políticas sociales con el dinero
recaudado. No obstante, estos gobiernos son permeables a los numerosos movimientos
sociales campesinos, indigenistas y pachamamistas contrarios a la lógica del
desarrollismo.
El sudoeste asiático (oriente próximo) y en el mundo
árabe-islámico proliferarán los estados fallidos. Los grupos extremistas
financiados por occidente como el ISIS camparán a sus anchas. Es la antigua
estrategia de “divide y vencerás”. Se cumplen así varios objetivos
estratégicos:
1) Demonizar las culturas árabes y musulmanas presentándolas como
terroristas locas y fanáticas, mostrándolos como un nuevo enemigo de la
civilización “democrática” occidental y creando cohesión social en torno al
poder que nos defiende de los “otros” legitimando el recorte de libertades bajo
la excusa de la “lucha contra el terrorismo”.
2) A través de estos grupos teledirigidos se mantiene el control
sobre los pozos de petróleo sin la necesidad de ocupar un territorio
directamente con el desgaste económico y moral que suponen las bajas propias.
Estos grupos además se financian vendiendo el crudo en los mercados
internacionales.
3) La venta de armas a estos grupos mantendrá producción de la
industria armamentística.
Más a largo plazo, los escenarios que señala “En la espiral de la
energía” son los siguientes:
Sin energía barata no hay transporte global, lo que reduce las posibilidades de
una economía de escala y una alta especialización, que son elementos centrales del
crecimiento y además irá desapareciendo el consumo de masas ya que la energía
abundante y barata es la que genera
confianza en todo el sistema y permite la creación de dinero y deudas con la
expectativa de que podrán ser recuperadas en el futuro.
El declive energético disparará y hará más volátil el precio de
las fuentes de energía. Se situará por
encima de lo que la economía pueda soportar. También se producirán desabastecimientos
puntuales o regionales de combustibles fósiles. Todo ello supondrá una caída sustancial del crecimiento económico,
que conllevará el previsible derrumbe del
sistema monetario-financiero mundial.
La menor disponibilidad material
y energética producirá una profundización en la crisis económica. Esta evolucionará hacia un
metabolismo agrario más localizado, autónomo y menos industrializado. En paralelo,
se producirá una fuerte reducción poblacional y una reordenación geoestratégica
mundial hacia una mayor regionalización, con un incremento de las guerras por los recursos. Las organizaciones
sociales cambiarán:
La tecnología pasará
a ser más sencilla, con una fuerte pérdida de conocimientos. Finalmente, cambiarán los imaginarios
colectivos emergiendo, entre otros, la sostenibilidad y los valores colectivos (lo que no
implica necesariamente sociedades ecomunitarias ni mucho menos). Y todo esto en un
contexto ambiental enormemente degradado. Creemos
que habrá dos fases, marcadas por un punto de inflexión alrededor de 2030, que es cuando decaerá
de forma importante la energía disponible.
¿Es posible una planificación centralizada ante el colapso?
En una sociedad capitalista, el beneficio a corto plazo es lo
primero. Y estos beneficios se evalúan en
tiempos cada vez menores: año, trimestre, semana, día, hora. Esto implica que la capacidad de previsión y de
proyección futura sea poca.
Además, el capitalismo necesita crecer de forma acelerada. A esto hay que
añadir que, en las sociedades desiguales, la preservación del estatus quo absorbe casi todos los esfuerzos de
las élites.
Por todo ello, los recursos fósiles restantes no se van a
invertir en realizar una transición hacia las renovables sino en sacarles el máximo
beneficio económico debido a las lógicas propias del capitalismo. Siguiendo la
misma lógica de rentabilidad cortoplacista electoral, los partidos políticos
dejarán de lado este incómodo asunto.
La evolución ordenada hacia las energías renovables solo es realista en un escenario de
fuerte planificación (no necesariamente centralizada) y conciencia social, algo que no
se va a producir con la rapidez que se requiere. A lo anterior hay que añadir que las generaciones futuras tendrán
que invertir una cantidad de energía cada
vez mayor en minimizar los efectos socioeconómicos del Antropoceno (desde la
gestión de los residuos radiactivos, hasta la contaminación del agua, la
erosión del suelo o el incremento de desastres naturales como consecuencia del cambio
climático).
Contrariamente a la antroposfera, en la historia de la vida la
aparición de formas más complejas no ha
conllevado la desaparición de las formas más simples, sino que se ha producido una reacomodación
simbiótica. Esto ha permitido a los sistemas tener
más resiliencia. Sin embargo, en las sociedades dominadoras, el incremento de
complejidad ha destruido las formas menos complejas, perdiéndose diversidad cultural
y biológica. No es solo que no exista ya un “afuera” como decíamos, sino que el
capitalismo no puede coexistir con otros formatos organizativos a los que va
fagocitando en su crecimiento imparable.
Todo lo expresado anteriormente se agrava debido a la ideología
dominante tecnocrática y a los mecanismos humanos de percepción. La dificultad
humana con los procesos lentos parte de que el sistema nervioso ante un peligro
repentino reacciona pero no tenemos mecanismos innatos ante una amenaza que se desarrolla despacio. El
colapso de una civilización lleva muchas décadas, incluso varios siglos, y la reducción es bastante paulatina para
la percepción humana, aunque
en términos históricos sea rápida.
La percepción del colapso.
Al principio, las señales del colapso son difíciles de percibir para la
mayoría de la sociedad; después se tiende a pensar que cualquier periodo de estabilidad
significa que el colapso se ha detenido; finalmente, cuando se acumula la
degradación social, este es el estado que se percibe como “natural”. Una prueba histórica
de la incapacidad de las sociedades humanas, incluso de las menos complejas que
tenían que analizar menos datos, para prever y esquivar el colapso es que muy pocas, o
quizá ninguna, han sido conscientes de que entraban en una crisis civilizatoria.
Los grandes cambios en los sistemas socioeconómicos son considerados como tales
retrospectivamente. El caso más paradigmático puede ser la isla de Pascua, una
pequeña extensión de tierra desde la que se sentía el mar en cualquier parte,
llegó el momento en el cual se taló la última palmera para construir cabezas de piedra gigantes con lo cual no tuvieron
más recursos para construir barcazas con las que huir o pescar.
La civilización urbana-agro-industrial, al igual que los
Rapa-Nui, intentará mantener las políticas propias de la fase de
crecimiento (potenciación de la gran escala, urbanización, velocidad, especialización,
competición), en lugar de otras más adecuadas a esta coyuntura (reducción,
ruralización, eficiencia, cooperación), lo que producirá un deterioro aún mayor de las condiciones
sociales, institucionales y ambientales, y hará más inevitable el colapso brusco.
Infraestructuras.
Las infraestructuras ya existentes (carreteras, puertos,
aeropuertos, vías férreas, redes eléctricas) irán degradándose progresivamente
por falta de mantenimiento. Se incrementarán los accidentes de tren y avión por ejemplo así como los cortes de luz.
Los elementos que permiten recuperarse a una economía en recesión
(reducción de costes de producción, mejoras en la eficiencia, destrucción de deudas) se volverán
imposibles, limitados o demasiado lentos para poner las bases de un crecimiento
duradero. La destrucción de deudas sí ayudará a la recuperación, pero en un entorno con un nivel gigantesco de
endeudamiento, primero será insuficiente y,
cuando sí sea apreciable, probablemente la situación económica ya estará en un
alto grado de degradación.
Las ciudades sufrirán una gran transformación pues sus
metabolismos son a todas luces insostenibles, la motorización prácticamente
desaparecerá, la población descenderá. La Roma imperial pasó de tener más de un
millón de habitantes a tan sólo 50.000 en la edad media. Se vivirán procesos
parecidos. Los restos de las ciudades serán las minas del futuro.
En cuanto a las infraestructuras, internet y la televisión
desaparecerán, la radio podrá mantenerse por más tiempo.
En general, la quiebra de las infraestructuras resultará
determinante en el colapso del capitalismo
global, pues son imprescindibles para la reproducción del capital: permiten un rápido trasiego de
información y mercancías, la deslocalización de la producción, espacios de inversión del
capital y la fabricación de compuestos de alto valor añadido.
Servicios sociales.
Todo esto se traducirá en un irremediable adelgazamiento del
“Estado del Bienestar” en Europa occidental, el cual fue concebido a partir de
los beneficios del capital por una productividad creciente gracias a un gran
flujo de energía. Conforme se degraden las condiciones de vida, la culpa
recaerá mucho más en la clase política que en la económica como ya está
ocurriendo.
La financiarización de la economía evolucionará hasta descomponer
al máximo el antiguo estado de bienestar: desaparición de pensiones públicas,
prestación por desempleo, sanidad y educación pública, gestión del agua, etc
que se están privatizando paulatinamente.
Esto acarreará un inevitable aumento de la mortalidad y el
descenso de la esperanza de vida debido al envejecimiento de la población. La
natalidad se verá aún más reducida debido a las pocas expectativas de empleo
estable y seguro para la población joven. Esto se verá incrementado por la resistencia de los patógenos a los
antibióticos, al descenso del rendimiento de la agricultura industrial,
agotadora del suelo y el agua. Por lo
tanto paulatinamente la población de los países enriquecidos descenderá.
Todos estos procesos serán mucho más acusados en los países de la
periferia del orden mundial: estados fallidos, guerras, hambrunas, epidemias
etc.
En cuanto a la educación y la investigación también verán
recortadas su financiación. Por otra parte, el sistema educativo dista mucho de
estar preparado para los cambios que se avecinan, por lo que la población, en
general, adolece de conocimientos básicos (agricultura adaptada al entorno,
elaboración de máquinas sencillas,
construcción de monedas sociales, articulación social) y de capacidad de
comprender los fuertes cambios que ya se
están produciendo. Lo que atesora son habilidades que se olvidarán por inservibles. Además, la base tecnológica de la civilización industrial será
inviable e inútil en el futuro.
Cómo puede vivir el colapso cada generación.
La generación del 68, que es la que más ha disfrutado de los
combustibles fósiles (las clases medias), pues durante su vida se habrán usado
cerca de la mitad de todos los recursos energéticos no renovables, entrará en
las próximas dos décadas en la vejez, disfrutando todavía de los últimos
retazos del Estado del Bienestar y teniendo vivienda propia.
Las dos siguientes generaciones, la que tiene ahora 40-60 años y
la de 20-40 años, soportarán sobre sus espaldas el grueso del impacto de la
quiebra del capitalismo global. La primera (40-60 años) es la que sufrirá más
la destrucción del empleo asalariado fijo (que todavía conserva, en general) y
la reducción de los gastos sociales, y ya no podrá disfrutar seguramente al
final de su vida laboral del Estado social.
La siguiente (20-40 años) se llevará muy probablemente la bofetada
más sonora, pues no solo está sufriendo ya la precariedad, sino que gran parte
está inmersa en un elevado endeudamiento a causa de su acceso a la vivienda (o
incluso a la universidad). Es una generación que hizo todo lo que la sociedad
le pedía para ingresar en el mundo del empleo pero, cuando terminó la larga
preparación, no había empleo, ni futuro. Es más, sus conocimientos no le
servirán de mucho en los escenarios que se están desplegando. La generación
“más preparada de la historia” no está para nada preparada ante lo que está sucediendo.
Peor aún estarán seguramente en el futuro los/as actuales
adolescentes, que han crecido en la sociedad de la imagen. Viven pivotando
alrededor del mundo de la realidad virtual. Su conocimiento de los límites será
brusco y brutal.
La generación que está naciendo hoy en día rondará los 20 años en
la Bifurcación de Quiebra. Ya se habrá producido la quiebra del capitalismo
global y se estará claramente en el Largo Declive. Habrá pasado su juventud en
un entorno de fuertes crisis económicas y en pleno Antropoceno. Pero, lo que le
marcará más será que probablemente habrá crecido en un contexto de creciente
degradación social: aumento de la población con poco acceso a la educación, expansión
del pensamiento simple, disminución del tejido social, incremento de la
población excluida, aumento de las enfermedades mentales, crecimiento de
valores egoístas, fuerte desconcierto y falta de referentes, etc. Serán
personas radicalmente distintas a las que hoy en día son adultas.
¿Significan el fin del petrocapitalismo y la globalización el fin
de las sociedades de dominación?
Un sistema con menos energía disponible y de origen renovable en
absoluto implicará un mundo no basado en la dominación. Lo que supone es que esta tiene menos
facilidades para su desarrollo. El tipo de organización social es una opción
política humana, no una mposición
ambiental. Esto lo ejemplifica toda la historia de sociedades dominadoras basadas en el Sol que vimos,
incluido el capitalismo agrario. En ellas, la importancia del control de los seres
humanos fue clave, lo que fomentó la esclavitud y/o la servidumbre. Es más,
procesos de descenso en la disponibilidad energética pueden aumentar los grados de
acumulación de riqueza en pocas manos, como ejemplificó el desmoronamiento de la URSS.
Lo determinante será el control de la tierra. En la medida que los
recursos energéticos y materiales se vayan volviendo cada vez más escasos,
volverá la relación directa entre poder y tierra que observamos durante toda la
etapa agraria de la humanidad.
Así, el colapso inevitable va a abrir una ventana de oportunidad hacia
una reorganización social más justa y sostenible, pero también una puerta hacia
modelos sociales fuertemente autoritarios.
Podrán darse procesos de agregación, copia y multiplicación de pequeñas
prácticas del que surgirán potentes experiencias. Corralas, huertos urbanos
autogestionados, monedas sociales, cooperativas de producción y
comercialización de alimentos, cooperativas de ahorro, redes de trueque e
intercambio...
Sería muy interesante que estas experiencias contaran con apoyo de
las autoridades locales ya que desde los ayuntamientos se pueden favorecer
estas iniciativas a través de políticas de presupuestos participativos,
recalificando suelos para agricultura urbana, cambiando el modelo de movilidad
hacia transporte público colectivo, bici y peatonalizando, promoviendo la
vivienda de protección oficial con alquileres justos, organizando un modelo de
recogida de residuos que apueste por el compostaje, reciclaje y la
reutilización, apoyando proyectos educativos y de gestión de la salud
alternativos y emancipadores y apoyando a proyectos de generación de energía de
origen renovables y autogestionados, etc.
Los movimientos sociales tendrán problemas similares a los
actuales, las tareas de construir estos nuevos mundos no serán nada fáciles en
un contexto de crisis civilizatoria ya que los movimientos sociales están
acostumbrados hasta ahora, a luchar a la contra.
¿Tomar el poder político o transformación profunda de la sociedad?
No son alternativas contrapuestas y las dos son necesarias.
El problema es que el estado del Bienestar tal como lo conocemos
será irrepetible y que líderes de masas que busquen el poder político no
estarán interesados en descentralizarlo ni en cuestionar a priori los valores
dominantes de la modernidad y el desarrollismo (Podemos es un caso
paradigmático). Estos movimientos se han alejado totalmente de cierto espíritu
pedagógico, asambleario y cuestionador de los valores y el paradigma
civilizatorio imperante que existía en el 15-M. Podemos se ha convertido en una
mera máquina electoral, que ya veremos si funciona o no. Por lo pronto nos han
demostrado que las políticas municipales les molestan aunque sean los
ayuntamientos desde donde pueden ponerse en marcha gran cantidad de políticas
de adaptación al nuevo escenario de escasez. El hecho de no presentarse y de
boicotear la confluencia con fuerzas políticas afines es muy significativo. En
Sevilla por ejemplo, se presentan 4 fuerzas a la izquierda del PSOE. Un ejemplo
de la nula puesta en cuestión del modelo económico por parte del partido de
Pablo Iglesias es la aparición del concepto vuelta a un “crecimiento
sostenible” en su programa para las elecciones andaluzas. Incluso plantean subir el IVA al igual que C´s.
La estrategia de toma de poder del Estado se enfrentará a serias
limitaciones: la gran mayoría de la población y de los partidos de izquierda
adolecen de un análisis complejo y holístico que aborde las raíces de la Crisis
Global empezando por medios didácticos para trasmitir y concienciar en esta
dirección y terminando con la escasa rentabilidad electoral que esto
conllevaría por lo que los discursos vacíos y populistas centrados en combatir
la corrupción son los mayoritarios.
Además, en la estrategia de toma de poder la coyuntura ya no será
la de los Treinta Gloriosos, en la que el Estado, gracias a la abundancia de
recursos disponibles, era capaz de conceder beneficios sociales fruto de las
luchas. En contraposición, tendrán que enfrentar a unas élites con todavía
considerables recursos (económicos, como la deuda y el control financiero y
productivo; culturales, como los medios de comunicación; y militares). En la
gran mayoría de las ocasiones, la toma del Estado no llegará a darse y, por el
camino, se habrán empleado muchas fuerzas y trasvase de activistas (como en el
experimento de Podemos).
El poder no está tan claro, no hay palacio de invierno que
asaltar. El poder lo constituyen innumerables subjetividades sociales basadas
en un sistema de relaciones de dominación que atra viesan la educación, la
salud, la ciudad o el trabajo. Son las subjetividades sociales las que marcan
lo que se puede y no se puede hacer y que van mucho más allá de las leyes. Así,
el Estado genera estas relaciones de poder en la sociedad, del mismo modo que es
fruto de ellas. Por lo tanto, puede tener más sentido la dispersión del poder
que su imposible conquista. En esto, la creación de nuevos imaginarios y
satisfactores es imprescindible. (todo lo contrario a lo que hace el
experimento Podemos)
Creo que la opción de centrarse en la transformación socio
económica y la reparación ecológica irán ganando terreno conforme avance la
Crisis Global. La desobediencia civil y la acción directa no violenta a través
experiencias como las Corralas, personas organizadas para alojarse en viviendas
vacías propiedad de bancos e inmobiliarias, huertos urbanos autogestionados,
monedas sociales, cooperativas de producción y comercialización de alimentos,
cooperativas de ahorro, redes de trueque e intercambio, ecoaldeas requerirán la
generación de grandes esfuerzos y fuertes dinámicas de solidaridad y
cooperación entre personas, la recuperación de espacios y tiempos dedicados a
la reproducción del capital. Todo esto serán prácticas claves para frenar al
fascismo.
Fruto de su debilidad, los movimientos que opten por dispersar el
poder creemos que practicarán una “política nocturna”. Bajo ese título englobamos
varias estrategias distintas. Una primera línea consistirá en una preparación
subterránea, con poca visibilidad pública, de una transición sostenible, justa y
democrática, mediante la creación de espacios más autónomos frente al capital que
puedan eclosionar en la siguiente fase, cuando los “dioses” de la Modernidad se
derrumben y las salidas autoritarias se hayan desgastado. Quienes elijan
avanzar hacia una transición posfosilista transformadora y liberadora en los
espacios más modernizados, muy probablemente con una “vuelta al campo” y a
formas comunitarias de producción, consumo e interrelación social, podrán ser perseguidas/os,
sobre todo si hacen exhibición militante de su opción de vida. De ahí surgirá
la necesidad de llevar a cabo una política nocturna, con el fin de no buscar un
enfrentamiento directo con las estructuras de poder. Bastante difícil será
materializar esta opción (encontrar y
apropiarse de tierras y medios de producción, desarrollar tecnologías
apropiadas, generar energía renovable, establecer canales de producción y
comercialización, construir estructuras comunitarias, garantizar la
reproducción social de forma equitativa), cómo para tener que detraer esfuerzos
enfrentándose continuamente con las estructuras de poder.
Razones para la esperanza.
Es necesario pensar el colapso como una oportunidad para
intervenir y transformar la realidad. No queda más remedio que convivir con él,
aprovechándolo si es posible. Pero tomando conciencia de los tiempos duros o
muy duros que hay por delante. También de los riesgos. Los escenarios
ineludibles del Largo Declive pueden ayudar a replantear aspectos determinantes
del orden de la actual sociedad industrial. Dicho orden hunde sus raíces no solo
en la Modernidad, sino mucho más atrás en el tiempo, en cambios históricos que
se empezaron a producir hace ahora unos 6.000 años, con el inicio del Estado,
el patriarcado, la guerra y la visión utilitarista de la naturaleza. Los cuatro
íntimamente relacionados. Desde entonces, el devenir de las sociedades humanas
ha sido dirigido por comportamientos competitivos y violentos.
No será posible transitar de una manera mínimamente digna por el
Largo Declive sin primar una vez más la cooperación sobre la competición y la
guerra, como ha hecho de forma mayoritaria la especie humana durante más del
95% de su existencia. Así, la Crisis Global puede tal vez acabar cerrando un
ciclo histórico de largo alcance que se inició con el paso a la civilización
dominadora. El ser humano está enfrascado en una búsqueda milenaria de la
armonía interna y con el entorno, de la justicia, la libertad y la igualdad,
para lo que ha construido múltiples utopías desde el origen de las sociedades
dominadoras.
Texto adaptado de: "La espiral de la energía
http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-2.pdf
Texto adaptado de: "La espiral de la energía
http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-2.pdf