La mayor parte de los individuos de esta sociedad tienen mecanismos de análisis de la realidad similares a los de un cerdo de engorde que vive hacinado entre sus excrementos en una granja industrial y que probablemente adore al operario que le echa el pienso en su apestoso comedero.
Pongo aquí algunos ejemplos:
Subempleada precaria que no llega a mileurista y que si se queda embarazada no le renuevan el trabajo, con un máster: "Yo no sé cómo Monedero puede ponerse una camiseta del Ejército Zapatista, eso hace que la gente no les vote". Gracias al EZLN y a movimientos similares los indígenas y campesinos tienen escuelas, centros de salud y sus propias tierras de cultivo de forma que no han tenido que emigrar a las favelas de grandes urbes porque Monsanto les haya desposeído de sus tierras para plantar transgénicos.
Gracias por crear territorios de esperanza. ¡Viva vía campesina¡
Subempleada que trabaja a tiempo parcial y contratos un mes sí y otro no y con una licenciatura: ¡Podemos quiere expropiar la Giralda¡ ¿eso qué es para quedársela ellos por la cara no???
Una expropiación se produce cuando una administración pública compra a un particular una determinada propiedad. Por ejemplo cuando el Estado quiere construir una autovía cuyo trazado discurre por una finca. En el caso de la Giralda no sería una expropiación pues la Iglesia no es la titular sino el Ayuntamiento. Lo que se ha producido es una apropiación ilícita por parte del Arzobispado. Si la Giralda fuese administrada por el Estado, ese dinero podría invertirse en servicios sociales.
La alienación es enorme, sinceramente creo que poco se puede conseguir con esta masa borreguil.
Desarrollo de la tercera piel, sociedad de masas, del consumo y del espectáculo.
El siglo XX ha sido el de la imagen, capaz de configurar una realidad virtual, al igual que el siglo XIX fue el de la proliferación del texto escrito. Esto se vio posibilitado por la creación de la “tercera piel” o infoesfera (radio, televisión, Internet), a través de la cual la imagen se convirtió en el elemento determinante de la comunicación de masas (primero había sido la voz).
La sociedad de la imagen ha generado un fuerte cambio en los modelos cognitivos. En el formato actual de comprensión de la realidad, la imagen predomina sobre la escritura y el sonido (voz y música). Es decir, la información menos estructurada y más espectacular sobre la más estructurada. El saber racional, secuencial y “objetivo” cede terreno ante el conocimiento más sensorial, visual, simultáneo (no secuencial) e impactante. Se ha pasado de la continuidad lineal del relato a la interconexión hipertextual y multimedia de Internet.
La sobreabundancia de información, su volumen abrumador lleno de ruido, hace que sea muy difícil jerarquizarla para comprender la realidad.
A su vez, las sociedades experimentaron un cambio trascendental a lo largo del siglo pasado, transformándose en sociedades de masas: sociedades de individuos indiferenciados y anónimos. Masas en un principio muy rebeldes (obreros industriales del siglo XIX y principios del XX: huelgas, manifestaciones, sabotajes...) que debían ser adecuadamente gestionadas para hacer posible la hegemonía y la expansión del capital. Y es por eso por lo que el dominio de la tercera piel, clave para intentar domesticarlas, se convirtió en objetivo fundamental de las estructuras de poder.
Los mecanismos de control social se colocaron, como nunca antes en la historia, en el interior de las personas. Todo ello no se hubiera podido producir sin energía, en concreto, sin la energía eléctrica con la cual funcionan los principales artefactos a través de los cuales los mass media, propiedad de las grandes corporaciones, crean ideología y opinión: televisión, ordenador (internet) y radio.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han permitido la revolución digital, que ha borrado las fronteras que separaban la escritura, el sonido y la imagen, generando un mundo multimedia. Toda esta información digitalizada se puede combinar, transmitir y recibir a través del ciberespacio, con unos costes económicos que han tendido a la baja como resultado de los avances tecnológicos, de la energía abundante y barata y de que se externalizan sus impactos ambientales en los territorios que proveen los materiales con los que se fabrican los ordenadores y en donde se llevan los residuos y la chatarra informática tras la vida útil de estos equipos.
Además, el ciberespacio se desarrolla gracias al Estado: fondos de investigación destinados a su desarrollo, múltiples satélites que hacen posible su funcionamiento y creciente intervencionismo militar de los grandes Estados en los territorios periféricos para garantizar el acceso a los minerales estratégicos necesarios para que funcione.
A finales del siglo XIX, se empezaron a dar los avances tecnológicos (telégrafo,teléfono, fotografía, cinematografía) que permitieron el desarrollo en el siglo XX de los medios de manipulación y adoctrinamiento de masas. Después de la I Guerra Mundial, se fue cimentando el lenguaje del cine en Hollywood, que en la década siguiente se consolidó como la meca mundial del séptimo arte. A ello se añadió también que el deporte de masas por excelencia, el fútbol (sustituyendo a la religión como el opio del pueblo), empezó a afianzarse a escala mundial en las primeras décadas del siglo XX, así como las olimpiadas. De esta forma, los cambios en los procesos industriales fueron a la vez que la eclosión de la comunicación de masas y ambos configuraron decisivamente la sociedad capitalista.
Tomás Roncero, el "Belén Estebán" del circo futbolero y una muestra del ejemplo de conducta que imponen a la sociedad tanto en los "debates" de fútbol, políticos y de diversos realities.
La sociedad de masas en el Centro del sistema-mundo se terminó de modelar tras la II Guerra Mundial. En este proceso cumplió un papel incuestionable la generalización de la televisión como medio de comunicación ideológica masivo por excelencia. La televisión posibilitó además hacer progresivamente periférica la cultura popular. Empezó así la era de la realidad virtual, en paralelo con la progresiva expansión de la sociedad de consumo y la irrupción de la industria publicitaria.
Poco a poco, la lealtad de la población se fue desplazando desde el subsistema político al cultural, donde era más fácilmente manipulable. Se inauguraba un nuevo modelo cultural, con gran capacidad de trastrocamiento de los mapas cognitivos al servicio de los intereses hegemónicos. Y todo ello, envuelto en brillante celofán, debido a una potente cultura de la persuasión industrialmente elaborada. Además, este proceso se realizaba en un contexto de fuerte auge económico, lo que hacía más fácil domesticar las conciencias. Fue en esos años cuando el crecimiento (el desarrollo) se asentó como un valor en sí mismo, convirtiéndose en un producto mediático más. Nació una verdadera industria de la conciencia que, a través de un tumulto de imágenes y de símbolos, ayudó a configurar la realidad virtual.
Además, la sociedad de consumo gracias al cŕedito ha posibilitado el acceso al lujo a las "clases medias". Ello ha posibilitado el paso de una cultura del trabajo, que era orgullo de la clase obrera y que formaba parte de la cultura popular, a una cultura del consumo, en la que la identidad social se establece por el mayor o menor acceso a bienes.
Se ha hecho de la idea de éxito el principio de ética universal. Las últimas décadas del siglo XX y el principio de este siglo ha sido muy probablemente el periodo más materialista y obsesionado con el estatus social que nunca haya existido. Casi todo se permite con el fin de conseguir dinero, fama y poder. Y todo ello se ha hecho a través de mensajes pretendidamente desideologizados. Algo perfecto para encandilar a un cuerpo social al que han hastiado de la política. Proliferación de mensajes como "todos son iguales", "protestar no sirve de nada, votar tampoco", etc.
En realidad, han sido continuos los discursos altamente políticos: la fe en el mercado “desregulado” y la competitividad como valores supremos, la ineficiencia del Estado, la eficacia y confianza en los mercados financieros, la benevolencia de la globalización, la bondad de las privatizaciones de empresas, de servicios públicos o del sistema de pensiones, las virtudes de la reducción de impuestos, la necesidad de la flexibilización laboral, la disfuncionalidad del gasto social, la carencia permanente de infraestructuras, etc. “No hay alternativa” (TINA, there is no alternative), el mensaje que propagó Thatcher. Y la aceptación de dicho mensaje ha sido posible por la desarticulación de las formas de pensar (por el triunfo del “pensamiento débil”) y la marginación mediática de la conciencia crítica sobre la totalidad del sistema.
En definitiva, el consumo ha conseguido convertir a la “clase obrera”, en su día un sujeto político potente, homogéneo y compacto, en “clase media”; un sujeto sujetado, desestructurado y atomizado. Además, una sociedad basada en el consumismo individualista solo se puede estructurar en base al miedo. El miedo a perder el trabajo o la pareja, a la exclusión social, a quien viene de lejos o habla otra lengua. En definitiva, el miedo al cambio. Un miedo inducido por los medios de manipulación y creación de ideología, y la clase política y empresarial.
La aldea global.
La tercera piel ha configurado una verdadera aldea global, y hoy la sociedad de consumo tiene un alcance planetario, aunque indudablemente no participen por igual en esa “fiesta” las poblaciones centrales y periféricas, o las urbano-metropolitanas y las rurales. Y eso actúa como un “efecto llamada” más sobre las poblaciones del mundo entero.
Si hubiera que poner una fecha formal al nacimiento de la aldea global, probablemente sería 1980, cuando se creó la CNN, que empezó a emitir ininterrumpidamente con alcance planetario. La CNN inauguró también la información en tiempo real, acompañándola de espectáculo y publicidad. Y se convirtió en un instrumento de propaganda global. El mundo entero empezó a ver las mismas imágenes. Más o menos al tiempo que la aldea global cristalizaba en el ámbito de la información, los principales mercados financieros se desregulaban y empezaban a operar también a escala planetaria.
La plasmación de la aldea global en las últimas décadas del siglo XX permitió una capacidad de proyección mundial sin precedentes de los valores e intereses dominantes del Centro, y en especial, del mundo anglosajón. Sobre todo, porque esta aldea global ha ido siendo dominada por un puñado de gigantes mundiales: los global media (Time Warner, Disney, Fox. En otro escalón estarían Prisa, Reuters, etc.)
Medios propiedad de las corporaciones que operan no solo en el ámbito televisivo, sino que controlan prensa, radio, sistemas de satélites, cable, editoriales, producción y distribución cinematográfica, cadenas de cines, parques temáticos e Internet. La privatización ha comportado una degradación del discurso y los contenidos, pues estos se han hecho más proclives a las fuerzas hegemónicas del mercado. Es decir, a finales del siglo XX los medios han dejado de ser el cuarto poder, para convertirse en un superpoder en manos del mundo corporativo.
La televisión: arma de distracción masiva.
La televisión (y desde hace dos décadas, también internet) es el principal medio creador de realidad virtual. Esta realidad suplanta a la física, de forma que el sentido para las personas deriva de la televisión. Así, gran parte del género humano se ha salido de la realidad física para meterse en cuerpo, y sobre todo, en alma, en la realidad virtual. Si la segunda piel constituyó una escapada de la primera (la naturaleza), la construcción de esta tercera piel exacerbó el proceso.
La tercera piel se impuso desplazando poco a poco a la “realidad real” por varios medios: i) La televisión supone una avalancha de noticias, diversión y glamour, especialmente a través de la publicidad, que logra apartar la atención humana del mundo físico. ii) Produce una mezcla entre ficción y realidad que el ser humano no es capaz de distinguir adecuadamente en el plano subjetivo, pues su sistema nervioso no diferencia las imágenes reales de las virtuales (Huesemann y Huesemann, 2011). iii) “Al estar más aislados de los demás y más desconectados del territorio, entre otras causas, por la televisión misma, y al mirar todas[/os] las mismas imágenes, la televisión consigue ser el referente más potente de validación de la realidad”.
Además, esta interpretación de la realidad es la del poder. Esto acentúa la incapacidad para entender el mundo y actuar en consonancia. iv) Por lo mismo, ayuda a debilitar las relaciones sociales, con todo lo que estas interacciones producen (conocimientos, afectos, conflictos, organización social), dejando interrelaciones de baja intensidad (de ahí el éxito de las relaciones vía cibernética). v) Conforma personas menos autónomas y creativas, que necesitan una dosis creciente de estímulos para no aburrirse, es decir, enganchadas a la televisión.
Esta realidad virtual está determinada por el canal que usa. Esto tiene varias implicaciones: i) Su función es anunciar (ideas, productos o, la mayoría de las veces, ambas cosas a la vez). Para anunciar necesita tener enganchada a la audiencia. Por eso prima la cultura del videoclip (fragmenta cualquier línea discursiva con planos que se suceden a velocidad de vértigo) y la degradación absoluta de la telebasura.
La lectura lineal comprensiva ha dado paso a la lectura en paralelo y superficial a través de una cantidad de información abrumadora y, en un alto porcentaje, irrelevante y falsa. En importantes segmentos de la población, los nuevos soportes digitales han traído un empobrecimiento del pensamiento, del conocimiento y, en definitiva, de la cultura.
Esta degeneración ha ido in crescendo en los últimos 30 años. Y esto ha promovido un pensamiento débil y relativismo moral en la sociedad. ii) La televisión necesita promover el consumismo, lo que hace primar los valores urbano-metropolitanos, el cinismo o el miedo. iii) Al no haber interacción real posible con los cada vez más concentrados conglomerados mediáticos, la televisión fomenta pasividad. Los videojuegos, que son parte del complemento de la televisión en la realidad virtual, muestran la irrelevancia de la acción. iv) En la medida que no todo es igualmente televisable, lo que no sale por este medio, simplemente, existe “menos”. Lo que existe “más” son los mensajes cortos, el acontecimiento frente a las causas, el conflicto frente al consenso, el presente frente al futuro, la persona frente a lo colectivo, las malas noticias frente a las esperanzadoras, el consumo frente a la austeridad, la velocidad, etc.
El dominio del lenguaje y la imagen como renovados instrumentos de poder.
Hasta la Modernidad, las religiones habían sido un elemento fundamental del control social. Pero la sociedad moderna se caracteriza por la secularización. El dominio social a lo largo de la Modernidad se había ejercido a través de toda una serie de mecanismos difusos que controlaban las costumbres, los valores y la producción. Para ello se usaron instituciones disciplinarias como la prisión, la fábrica, la escuela, la universidad o el psiquiátrico. Sin embargo, el poder de los medios de comunicación consiguió que se interiorizase de forma mucho más potente este control.
La mayor parte del sistema conceptual humano usa metáforas y símbolos, pues es más fácil de captar y mantener en el tiempo por el cerebro. Metáforas que permanecen ocultas o implícitas si son de amplio uso social, ya que se van asentando en el tiempo como verdades indiscutidas en un proceso de "naturalización" de la visión del mundo de las élites y las corporaciones ya que es a través de la pantalla de televisión y de Internet por donde ha penetrado principalmente el tremendo poder de la imagen y las metáforas del poder.
Personajes como Rambo, Rocky, Terminator o Robocop, pero también nuevas superheroínas que operan con rasgos “masculinos” (Catwoman, Lara Croft) imponen la agresividad y la ley del más fuerte como los valores dominantes en las relaciones sociales frente a la asertividad, la cooperación y la solidaridad. Además, la llegada de estos superhéroes supuso la profusión de una violencia mediática que insensibilizaba frente a la violencia real en auge. Al tiempo, empezaron a proliferar también las películas sobre catástrofes naturales, distintos tipos de apocalipsis (alienígenas, vampíricas, víricas) y distopías. En ellas el poder señala cómo hay que encarar los futuros escenarios usando la violencia, el individualismo y fuertes jerarquías. Además, ayudan a mantener la cohesión social y la legitimación del poder de las élites en base al miedo colectivo.
A la vez, también se siguieron produciendo multitud de productos destinados al entretenimiento, al corazón y a la admiración de las élites incluso sosteniéndose en arquetipos de subempleados que escalan socialmente a través de la prensa sensacionalista. Un claro ejemplo es Belén Esteban famosa por casarse con un torero y haberse convertido en todo un modelo, imagen a imitar y adorar no sólo por la gran masa subproletaria y con bajos niveles de estudios sino también por licenciados y profesionales liberales que en sus superficiales encuentros en discotecas o barbacoas estivales, la imitan, ríen sus gracias e incluso se comportan como ella en sus vidas cotidianas.
Este culto a la incultura, a la comunicación a base de gritos, insultos, a la guerra de todos contra todos típica de los realitys tipo Gran Hermano, el culto a ser inculto, a no tener opinión propia sobre asuntos transcendentales, a sólo hablar de fútbol, de ropa, de superproducciones de cine y poner verde al que no está presente; ha sido construido a base de repetir como un martillo pilón las intervenciones de personajes como ella o como Paquirrín en televisión: los "yo por mi hija maaato", "estoy hasta el coño" han calado hasta el tuétano en la "cultura" de masas actual.
La gente ríe las gracias de la "princesa del pueblo".
Se ha llegado hasta el punto en el que consciente o inconscientemente algunos políticos reproducen estos modelos aunque de manera más suave. Sólo hay que recordar a Susana Díaz interrumpiendo el turno de palabra de otros candidatos y llamándolos mentirosos como si ella fuera la moderadora, rebajando el nivel al programa de Hombres y Mujeres y viceversa o al de los "debates" políticos de cualquier cadena, que no son más que las sucesiones de gritos y de repeticiones de tópicos tales como: "sino te gusta el capitalismo vete a Venezuela que allí no hay papel higiénico" o "¿sin tan rojo eres por qué comes gambas?"
La idolatría a personajes como Belén Esteban que llegan a cobrar 65.000 euros a la semana por participar en realities frente a los menos de 1000 mensuales que cobran investigadores, contrasta con los fenómenos de guerra entre pobres como los casos en los que un subempleado envidia a otro trabajador por tener supuestos "microprivilegios" un tipo de contrato menos humillante etc...
Susana Díaz, la Belén Esteban de la política: "niña que nadie me haga bajá la cabesa, que yo soy un obrero que lo tengo me lo he ganao yo"
La idolatría a personajes como Belén Esteban que llegan a cobrar 65.000 euros a la semana por participar en realities frente a los menos de 1000 mensuales que cobran investigadores, contrasta con los fenómenos de guerra entre pobres como los casos en los que un subempleado envidia a otro trabajador por tener supuestos "microprivilegios" un tipo de contrato menos humillante etc...
Hipertrofia del "yo", conquista del alma y derrumbe social y moral.
Nunca había tenido lugar un desarrollo de la identidad individual tan rápido, intenso y de alcance global. Ha sido un salto cualitativo. Como dice Boff (2002), el ser humano posmoderno se está comportando casi como si fuera Dios, como si fuera todopoderoso y estuviese por encima del bien y del mal. Y no solo porque a través de la tecnociencia piense que puede conseguir todo, sino porque ha desarrollado un individualismo narcisista y posesivo y un fuerte hedonismo insolidario. Pero este aprendiz de Dios en realidad es un espíritu fracturado falto de paz interior, fuertemente consumista y espectador pasivo de una realidad que le supera. Y con un yo íntimo cada vez más capitalista. Son personas que no tienen ninguna conciencia de la existencia de límites morales, sociales ni ambientales.
Por otra parte, se han desarticulado en gran medida las redes comunitarias de relación social, especialmente en los espacios altamente urbanizados. La realidad virtual está encapsulando de forma creciente al ser humano en sí mismo, sobre todo en las generaciones más jóvenes.
Las redes sociales actúan como un falso satisfactor de relaciones sociales ya que la relación a distancia es mucho más pobre que la directa, ya que las relaciones profundas requieren de la gestión de conflictos (no de la desconexión del chat), de la visión cara a cara, del contacto físico. La nueva sociedad de masas es una muchedumbre solitaria.
A pesar de las escapadas virtuales, probablemente esta sea una de las sociedades más infelices que han existido sobre la Tierra. Esto se basa en: i) la publicidad induce una autoimagen negativa en las personas para alimentar el consumismo; ii) además, hace que la brecha entre los deseos y las posibilidades aumente, haciéndolo también la insatisfacción; iii) las personas materialistas tienen una mayor probabilidad de sufrir desórdenes psicológicos (Huesemann y Huesemann, 2011); iv) la velocidad acelerada de vida que imprime el capitalismo limita una de las fuentes básicas de felicidad humana, la contemplación; v) la competitividad y las sociedad de la imagen cercenan otra de estas fuentes básicas, las interrelaciones sociales; y vi) el trabajo alienado y alienante dificulta la realización personal.
Ese malestar se individualiza como forma de despolitizar y desocializar el sufrimiento, al tiempo que se trata con psicofármacos. Para subsistir, el individuo desarrolla mecanismos como el cinismo y el oportunismo, o bien se mete de lleno en el mundo del deporte espectáculo, para poder disfrutar de una identidad colectiva y sentirse miembro de una comunidad, además de como válvula de escape.
Estos procesos también inciden sobre una parte cada día mayor de la sociedad “normalizada” mediante la progresiva “corrosión del carácter” provocada por una flexibilidad, competitividad y precariedad laboral en alza, que anula cualquier fijeza y estabilidad indispensable para la conformación del carácter. Esto es germen de todo tipo de ansiedades y del debilitamiento de los vínculos sociales (Sennett, 2006). Esta corrosión se acentúa por las frustraciones que provoca el abismo entre las aspiraciones a las que induce el mensaje mediático y las posibilidades reales para una parte importante de la población de poder plasmarlas.
Se va imponiendo el “sálvese quien pueda”, actuando lo peor de ese nuevo yo hiperreforzado. Además, el modo de vida altamente insostenible y basado en la explotación ajena hace que actos aparentemente nimios de consumo (encender el aire acondicionado, comprar una camiseta) tengan fuertes impactos (cambio climático, trabajo infantil). Esto facilita el derrumbe moral, la sensación de la incapacidad de actuar éticamente.
Sin embargo, todavía se preservan espacios donde imperan otros valores. Si no hubiese sido así, el capitalismo fosilista se habría ya autodestruido por su incapacidad de reproducción social. En los ámbitos privados de convivencia y relación todavía subsisten en gran medida la lógica del cuidado, del afecto, de la comunicación personal, así como en los microespacios de vida comunitaria basados en una economía no capitalista. La familia está actuando cada vez más como el verdadero “Estado del Bienestar”. Eso sí, a costa del trabajo de las mujeres, fundamentalmente. Por tanto, son las mujeres quienes prioritariamente están haciendo frente y soportando el derrumbe social y moral del capitalismo global.
Además, muchas personas se están cuestionando toda esta sinrazón y buscan la espiritualidad perdida (por ejemplo, en las tradiciones orientales) y nuevas cosmovisiones en movimientos sociales asociados al ecologismo y al decrecimiento por ejemplo.
Yayo Herrero, una de las mejores exponentes del ecofeminismo.
Texto adaptado de: "La espiral de la energía)
http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-1.pdf
muy interesante. Gracias.
ResponderEliminar