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lunes, 27 de abril de 2015

Escenarios geopolíticos y socioeconómico ambientales del colapso en marcha.

A nivel geopolítico.

La OTAN continuará intentando controlar los recursos estratégicos aunque con cada vez más contestación por parte de los BRICS. China  es la fábrica del mundo y la principal tenedora de deuda estadounidense. El dólar continuará algunos años siendo la moneda reserva porque es la única divisa con la que puede comprarse petróleo en el mercado internacional debido a la fuerza militar de EEUU.

Sin embargo, los BRICS están articulándose cada vez más creando incluso un banco de inversiones alternativo al BM.

África continuará siendo la principal mina a cielo abierto y exportadora de productos agrícolas debido al acaparamiento de tierras. Será también el mayor vertedero de residuos. La influencia  de China y el resto de BRICS aumentará sobre el continente.

Esta situación de extrema explotación de degradación hará que millones de africanos intenten huir del continente. Los estados europeos blindarán el Mediterráneo convirtiéndolo en la mayor fosa común donde se perpetrará unos de los mayores genocidios cometidos por el capitalismo a lo largo de su historia terrorista.

Por su parte, América Latina es el territorio del cual pueden emerger mayor número de realidades esperanzadoras. Hay gobiernos tales como el de Ecuador, Bolivia y Venezuela que son contestatarios al imperialismo y que han aumentado sensiblemente los índices de bienestar popular. Sin embargo esta realidad la han construido sobre las mismas lógicas productivistas y extractivistas a través de una renegociación de contratos con las corporaciones extranjeras y una inversión pública en políticas sociales con el dinero recaudado. No obstante, estos gobiernos son permeables a los numerosos movimientos sociales campesinos, indigenistas y pachamamistas contrarios a la lógica del desarrollismo.

El sudoeste asiático (oriente próximo) y en el mundo árabe-islámico proliferarán los estados fallidos. Los grupos extremistas financiados por occidente como el ISIS camparán a sus anchas. Es la antigua estrategia de “divide y vencerás”. Se cumplen así varios objetivos estratégicos:

1) Demonizar las culturas árabes y musulmanas presentándolas como terroristas locas y fanáticas, mostrándolos como un nuevo enemigo de la civilización “democrática” occidental y creando cohesión social en torno al poder que nos defiende de los “otros” legitimando el recorte de libertades bajo la excusa de la “lucha contra el terrorismo”.

2) A través de estos grupos teledirigidos se mantiene el control sobre los pozos de petróleo sin la necesidad de ocupar un territorio directamente con el desgaste económico y moral que suponen las bajas propias. Estos grupos además se financian vendiendo el crudo en los mercados internacionales.

3) La venta de armas a estos grupos mantendrá producción de la industria armamentística.

Más a largo plazo, los escenarios que señala “En la espiral de la energía”  son los siguientes:

Sin energía barata no hay transporte global, lo que reduce las posibilidades de una economía de escala y una alta especialización, que son elementos centrales del crecimiento y además irá desapareciendo el consumo de masas ya que la energía abundante y barata es la que genera confianza en todo el sistema y permite la creación de dinero y deudas con la expectativa de que podrán ser recuperadas en el futuro.

El declive energético disparará y hará más volátil el precio de las fuentes de energía. Se situará por encima de lo que la economía pueda soportar. También se producirán desabastecimientos puntuales o regionales de combustibles fósiles. Todo ello supondrá una caída sustancial del crecimiento económico, que conllevará el previsible derrumbe del sistema monetario-financiero mundial.

La menor disponibilidad material y energética producirá una profundización en la crisis económica. Esta evolucionará hacia un metabolismo agrario más localizado, autónomo y menos industrializado. En paralelo, se producirá una fuerte reducción poblacional y una reordenación geoestratégica mundial hacia una mayor regionalización, con un incremento de las guerras por los recursos. Las organizaciones sociales cambiarán:

La tecnología pasará a ser más sencilla, con una fuerte pérdida de conocimientos. Finalmente, cambiarán los imaginarios colectivos emergiendo, entre otros, la sostenibilidad y los valores colectivos (lo que no implica necesariamente sociedades ecomunitarias ni mucho menos). Y todo esto en un contexto ambiental enormemente degradado. Creemos que habrá dos fases, marcadas por un punto de inflexión alrededor de 2030, que es cuando decaerá de forma importante la energía disponible.

¿Es posible una planificación centralizada ante el colapso?

En una sociedad capitalista, el beneficio a corto plazo es lo primero. Y estos beneficios se evalúan en tiempos cada vez menores: año, trimestre, semana, día, hora. Esto implica que la capacidad de previsión y de proyección futura sea poca. Además, el capitalismo necesita crecer de forma acelerada. A esto hay que añadir que, en las sociedades desiguales, la preservación del estatus quo absorbe casi todos los esfuerzos de las élites.

 Por todo ello, los recursos fósiles restantes no se van a invertir en realizar una transición hacia las renovables sino en sacarles el máximo beneficio económico debido a las lógicas propias del capitalismo. Siguiendo la misma lógica de rentabilidad cortoplacista electoral, los partidos políticos dejarán de lado este incómodo asunto.

La evolución ordenada hacia las energías renovables solo es realista en un escenario de fuerte planificación (no necesariamente centralizada) y conciencia social, algo que no se va a producir con la rapidez que se requiere. A lo anterior hay que añadir que las generaciones futuras tendrán que invertir una cantidad de energía cada vez mayor en minimizar los efectos socioeconómicos del Antropoceno (desde la gestión de los residuos radiactivos, hasta la contaminación del agua, la erosión del suelo o el incremento de desastres naturales como consecuencia del cambio climático).

Contrariamente a la antroposfera, en la historia de la vida la aparición de formas más complejas no ha conllevado la desaparición de las formas más simples, sino que se ha producido una reacomodación simbiótica.  Esto ha permitido a los sistemas tener más resiliencia. Sin embargo, en las sociedades dominadoras, el incremento de complejidad ha destruido las formas menos complejas, perdiéndose diversidad cultural y biológica. No es solo que no exista ya un “afuera” como decíamos, sino que el capitalismo no puede coexistir con otros formatos organizativos a los que va fagocitando en su crecimiento imparable.

Todo lo expresado anteriormente se agrava debido a la ideología dominante tecnocrática y a los mecanismos humanos de percepción. La dificultad humana con los procesos lentos parte de que el sistema nervioso ante un peligro repentino reacciona pero no tenemos mecanismos innatos ante una amenaza que se desarrolla despacio. El colapso de una civilización lleva muchas décadas, incluso varios siglos, y la reducción es bastante paulatina para la percepción humana, aunque en términos históricos sea rápida.

La percepción del colapso.

Al principio, las señales del colapso son difíciles de percibir para la mayoría de la sociedad; después se tiende a pensar que cualquier periodo de estabilidad significa que el colapso se ha detenido; finalmente, cuando se acumula la degradación social, este es el estado que se percibe como natural”. Una prueba histórica de la incapacidad de las sociedades humanas, incluso de las menos complejas que tenían que analizar menos datos, para prever y esquivar el colapso es que muy pocas, o quizá ninguna, han sido conscientes de que entraban en una crisis civilizatoria.

Los grandes cambios en los sistemas socioeconómicos son considerados como tales retrospectivamente. El caso más paradigmático puede ser la isla de Pascua, una pequeña extensión de tierra desde la que se sentía el mar en cualquier parte, llegó el momento en el cual se taló la última palmera para construir  cabezas de piedra gigantes con lo cual no tuvieron más recursos para construir barcazas con las que huir o pescar.

La civilización urbana-agro-industrial, al igual que los Rapa-Nui,  intentará  mantener las políticas propias de la fase de crecimiento (potenciación de la gran escala, urbanización, velocidad, especialización, competición), en lugar de otras más adecuadas a esta coyuntura (reducción, ruralización, eficiencia, cooperación), lo que producirá un deterioro aún mayor de las condiciones sociales, institucionales y ambientales, y hará más inevitable el colapso brusco.

Infraestructuras.

Las infraestructuras ya existentes (carreteras, puertos, aeropuertos, vías férreas, redes eléctricas) irán degradándose progresivamente por falta de mantenimiento. Se incrementarán los accidentes de tren y avión por ejemplo así como los cortes de luz.

Los elementos que permiten recuperarse a una economía en recesión (reducción de costes de producción, mejoras en la eficiencia, destrucción de deudas) se volverán imposibles, limitados o demasiado lentos para poner las bases de un crecimiento duradero. La destrucción de deudas sí ayudará a la recuperación, pero en un entorno con un nivel gigantesco de endeudamiento, primero será insuficiente y, cuando sí sea apreciable, probablemente la situación económica ya estará en un alto grado de degradación.

Las ciudades sufrirán una gran transformación pues sus metabolismos son a todas luces insostenibles, la motorización prácticamente desaparecerá, la población descenderá. La Roma imperial pasó de tener más de un millón de habitantes a tan sólo 50.000 en la edad media. Se vivirán procesos parecidos. Los restos de las ciudades serán las minas del futuro.

En cuanto a las infraestructuras, internet y la televisión desaparecerán, la radio podrá mantenerse por más tiempo.

En general, la quiebra de las infraestructuras resultará determinante en el colapso del capitalismo global, pues son imprescindibles para la reproducción del capital: permiten un rápido trasiego de información y mercancías, la deslocalización de la producción, espacios de inversión del capital y la fabricación de compuestos de alto valor añadido.

Servicios sociales.

Todo esto se traducirá en un irremediable adelgazamiento del “Estado del Bienestar” en Europa occidental, el cual fue concebido a partir de los beneficios del capital por una productividad creciente gracias a un gran flujo de energía. Conforme se degraden las condiciones de vida, la culpa recaerá mucho más en la clase política que en la económica como ya está ocurriendo.

La financiarización de la economía evolucionará hasta descomponer al máximo el antiguo estado de bienestar: desaparición de pensiones públicas, prestación por desempleo, sanidad y educación pública, gestión del agua, etc que se están privatizando paulatinamente.

Esto acarreará un inevitable aumento de la mortalidad y el descenso de la esperanza de vida debido al envejecimiento de la población. La natalidad se verá aún más reducida debido a las pocas expectativas de empleo estable y seguro para la población joven. Esto se verá incrementado por  la resistencia de los patógenos a los antibióticos, al descenso del rendimiento de la agricultura industrial, agotadora del suelo y el agua.  Por lo tanto paulatinamente la población de los países enriquecidos descenderá.

Todos estos procesos serán mucho más acusados en los países de la periferia del orden mundial: estados fallidos, guerras, hambrunas, epidemias etc.

En cuanto a la educación y la investigación también verán recortadas su financiación. Por otra parte, el sistema educativo dista mucho de estar preparado para los cambios que se avecinan, por lo que la población, en general, adolece de conocimientos básicos (agricultura adaptada al entorno, elaboración de máquinas sencillas,  construcción de monedas sociales, articulación social) y de capacidad de comprender  los fuertes cambios que ya se están produciendo. Lo que atesora son habilidades que se olvidarán por inservibles. Además, la base tecnológica de la civilización industrial será inviable e inútil en el futuro.

Cómo puede vivir el colapso cada generación.

La generación del 68, que es la que más ha disfrutado de los combustibles fósiles (las clases medias), pues durante su vida se habrán usado cerca de la mitad de todos los recursos energéticos no renovables, entrará en las próximas dos décadas en la vejez, disfrutando todavía de los últimos retazos del Estado del Bienestar y teniendo vivienda propia.

Las dos siguientes generaciones, la que tiene ahora 40-60 años y la de 20-40 años, soportarán sobre sus espaldas el grueso del impacto de la quiebra del capitalismo global. La primera (40-60 años) es la que sufrirá más la destrucción del empleo asalariado fijo (que todavía conserva, en general) y la reducción de los gastos sociales, y ya no podrá disfrutar seguramente al final de su vida laboral del Estado social.

La siguiente (20-40 años) se llevará muy probablemente la bofetada más sonora, pues no solo está sufriendo ya la precariedad, sino que gran parte está inmersa en un elevado endeudamiento a causa de su acceso a la vivienda (o incluso a la universidad). Es una generación que hizo todo lo que la sociedad le pedía para ingresar en el mundo del empleo pero, cuando terminó la larga preparación, no había empleo, ni futuro. Es más, sus conocimientos no le servirán de mucho en los escenarios que se están desplegando. La generación “más preparada de la historia” no está para nada preparada  ante lo que está sucediendo.

Peor aún estarán seguramente en el futuro los/as actuales adolescentes, que han crecido en la sociedad de la imagen. Viven pivotando alrededor del mundo de la realidad virtual. Su conocimiento de los límites será brusco y brutal.

La generación que está naciendo hoy en día rondará los 20 años en la Bifurcación de Quiebra. Ya se habrá producido la quiebra del capitalismo global y se estará claramente en el Largo Declive. Habrá pasado su juventud en un entorno de fuertes crisis económicas y en pleno Antropoceno. Pero, lo que le marcará más será que probablemente habrá crecido en un contexto de creciente degradación social: aumento de la población con poco acceso a la educación, expansión del pensamiento simple, disminución del tejido social, incremento de la población excluida, aumento de las enfermedades mentales, crecimiento de valores egoístas, fuerte desconcierto y falta de referentes, etc. Serán personas radicalmente distintas a las que hoy en día son adultas.



¿Significan el fin del petrocapitalismo y la globalización el fin de las sociedades de dominación?

Un sistema con menos energía disponible y de origen renovable en absoluto implicará un mundo no basado en la dominación. Lo que supone es que esta tiene menos facilidades para su desarrollo. El tipo de organización social es una opción política humana, no una mposición ambiental. Esto lo ejemplifica toda la historia de sociedades dominadoras basadas en el Sol que vimos, incluido el capitalismo agrario. En ellas, la importancia del control de los seres humanos fue clave, lo que fomentó la esclavitud y/o la servidumbre. Es más, procesos de descenso en la disponibilidad energética pueden aumentar los grados de acumulación de riqueza en pocas manos, como ejemplificó el desmoronamiento de la URSS.

Lo determinante será el control de la tierra. En la medida que los recursos energéticos y materiales se vayan volviendo cada vez más escasos, volverá la relación directa entre poder y tierra que observamos durante toda la etapa agraria de la humanidad.

Así, el colapso inevitable va a abrir una ventana de oportunidad hacia una reorganización social más justa y sostenible, pero también una puerta hacia modelos sociales fuertemente autoritarios.  Podrán darse procesos de agregación, copia y multiplicación de pequeñas prácticas del que surgirán potentes experiencias. Corralas, huertos urbanos autogestionados, monedas sociales, cooperativas de producción y comercialización de alimentos, cooperativas de ahorro, redes de trueque e intercambio...

Sería muy interesante que estas experiencias contaran con apoyo de las autoridades locales ya que desde los ayuntamientos se pueden favorecer estas iniciativas a través de políticas de presupuestos participativos, recalificando suelos para agricultura urbana, cambiando el modelo de movilidad hacia transporte público colectivo, bici y peatonalizando, promoviendo la vivienda de protección oficial con alquileres justos, organizando un modelo de recogida de residuos que apueste por el compostaje, reciclaje y la reutilización, apoyando proyectos educativos y de gestión de la salud alternativos y emancipadores y apoyando a proyectos de generación de energía de origen renovables y autogestionados, etc.

Los movimientos sociales tendrán problemas similares a los actuales, las tareas de construir estos nuevos mundos no serán nada fáciles en un contexto de crisis civilizatoria ya que los movimientos sociales están acostumbrados hasta ahora, a luchar a la contra.

¿Tomar el poder político o transformación profunda de la sociedad? No son alternativas contrapuestas y las dos son necesarias.

El problema es que el estado del Bienestar tal como lo conocemos será irrepetible y que líderes de masas que busquen el poder político no estarán interesados en descentralizarlo ni en cuestionar a priori los valores dominantes de la modernidad y el desarrollismo (Podemos es un caso paradigmático). Estos movimientos se han alejado totalmente de cierto espíritu pedagógico, asambleario y cuestionador de los valores y el paradigma civilizatorio imperante que existía en el 15-M. Podemos se ha convertido en una mera máquina electoral, que ya veremos si funciona o no. Por lo pronto nos han demostrado que las políticas municipales les molestan aunque sean los ayuntamientos desde donde pueden ponerse en marcha gran cantidad de políticas de adaptación al nuevo escenario de escasez. El hecho de no presentarse y de boicotear la confluencia con fuerzas políticas afines es muy significativo. En Sevilla por ejemplo, se presentan 4 fuerzas a la izquierda del PSOE. Un ejemplo de la nula puesta en cuestión del modelo económico por parte del partido de Pablo Iglesias es la aparición del concepto vuelta a un “crecimiento sostenible” en su programa para las elecciones andaluzas. Incluso  plantean subir el IVA al igual que C´s.

La estrategia de toma de poder del Estado se enfrentará a serias limitaciones: la gran mayoría de la población y de los partidos de izquierda adolecen de un análisis complejo y holístico que aborde las raíces de la Crisis Global empezando por medios didácticos para trasmitir y concienciar en esta dirección y terminando con la escasa rentabilidad electoral que esto conllevaría por lo que los discursos vacíos y populistas centrados en combatir la corrupción son los mayoritarios.

Además, en la estrategia de toma de poder la coyuntura ya no será la de los Treinta Gloriosos, en la que el Estado, gracias a la abundancia de recursos disponibles, era capaz de conceder beneficios sociales fruto de las luchas. En contraposición, tendrán que enfrentar a unas élites con todavía considerables recursos (económicos, como la deuda y el control financiero y productivo; culturales, como los medios de comunicación; y militares). En la gran mayoría de las ocasiones, la toma del Estado no llegará a darse y, por el camino, se habrán empleado muchas fuerzas y trasvase de activistas (como en el experimento de Podemos).

El poder no está tan claro, no hay palacio de invierno que asaltar. El poder lo constituyen innumerables subjetividades sociales basadas en un sistema de relaciones de dominación que atra viesan la educación, la salud, la ciudad o el trabajo. Son las subjetividades sociales las que marcan lo que se puede y no se puede hacer y que van mucho más allá de las leyes. Así, el Estado genera estas relaciones de poder en la sociedad, del mismo modo que es fruto de ellas. Por lo tanto, puede tener más sentido la dispersión del poder que su imposible conquista. En esto, la creación de nuevos imaginarios y satisfactores es imprescindible. (todo lo contrario a lo que hace el experimento Podemos)

Creo que la opción de centrarse en la transformación socio económica y la reparación ecológica irán ganando terreno conforme avance la Crisis Global. La desobediencia civil y la acción directa no violenta a través experiencias como las Corralas, personas organizadas para alojarse en viviendas vacías propiedad de bancos e inmobiliarias, huertos urbanos autogestionados, monedas sociales, cooperativas de producción y comercialización de alimentos, cooperativas de ahorro, redes de trueque e intercambio, ecoaldeas requerirán la generación de grandes esfuerzos y fuertes dinámicas de solidaridad y cooperación entre personas, la recuperación de espacios y tiempos dedicados a la reproducción del capital. Todo esto serán prácticas claves para frenar al fascismo.

Fruto de su debilidad, los movimientos que opten por dispersar el poder creemos que practicarán una “política nocturna”. Bajo ese título englobamos varias estrategias distintas. Una primera línea consistirá en una preparación subterránea, con poca visibilidad pública, de una transición sostenible, justa y democrática, mediante la creación de espacios más autónomos frente al capital que puedan eclosionar en la siguiente fase, cuando los “dioses” de la Modernidad se derrumben y las salidas autoritarias se hayan desgastado. Quienes elijan avanzar hacia una transición posfosilista transformadora y liberadora en los espacios más modernizados, muy probablemente con una “vuelta al campo” y a formas comunitarias de producción, consumo e interrelación social, podrán ser perseguidas/os, sobre todo si hacen exhibición militante de su opción de vida. De ahí surgirá la necesidad de llevar a cabo una política nocturna, con el fin de no buscar un enfrentamiento directo con las estructuras de poder. Bastante difícil será materializar  esta opción (encontrar y apropiarse de tierras y medios de producción, desarrollar tecnologías apropiadas, generar energía renovable, establecer canales de producción y comercialización, construir estructuras comunitarias, garantizar la reproducción social de forma equitativa), cómo para tener que detraer esfuerzos enfrentándose continuamente con las estructuras de poder.


Razones para la esperanza.

Es necesario pensar el colapso como una oportunidad para intervenir y transformar la realidad. No queda más remedio que convivir con él, aprovechándolo si es posible. Pero tomando conciencia de los tiempos duros o muy duros que hay por delante. También de los riesgos. Los escenarios ineludibles del Largo Declive pueden ayudar a replantear aspectos determinantes del orden de la actual sociedad industrial. Dicho orden hunde sus raíces no solo en la Modernidad, sino mucho más atrás en el tiempo, en cambios históricos que se empezaron a producir hace ahora unos 6.000 años, con el inicio del Estado, el patriarcado, la guerra y la visión utilitarista de la naturaleza. Los cuatro íntimamente relacionados. Desde entonces, el devenir de las sociedades humanas ha sido dirigido por comportamientos competitivos y violentos.

No será posible transitar de una manera mínimamente digna por el Largo Declive sin primar una vez más la cooperación sobre la competición y la guerra, como ha hecho de forma mayoritaria la especie humana durante más del 95% de su existencia. Así, la Crisis Global puede tal vez acabar cerrando un ciclo histórico de largo alcance que se inició con el paso a la civilización dominadora. El ser humano está enfrascado en una búsqueda milenaria de la armonía interna y con el entorno, de la justicia, la libertad y la igualdad, para lo que ha construido múltiples utopías desde el origen de las sociedades dominadoras.

Texto adaptado de: "La espiral de la energía
http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-2.pdf


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